Breve historia del Volcán Parícutin

y de sus pobladores



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Figura que muestra el crecimiento vertical gradual del Volcán Parícutin (1943-1952)


Breve historia del Volcán Parícutin



MARTÍNEZ Villa Juana 2016. Travesías rumbo al Volcán. miradas viajeras en torno a la región del Parícutin. En: Corona Chávez Pedro y López González Ana Lourdes (Coordinadores), Retorno al Parícutin, Ciencia, arte e historia para compartir. Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morevallado Editores, Morelia, p. 42-63.
CASTILLEJA Aída 2016. Las memorias del volcán: Recuerdos y miradas recientes. En: Corona Chávez Pedro y López González Ana Lourdes (Coordinadores), Retorno al Parícutin, Ciencia, arte e historia para compartir. Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morevallado Editores, Morelia, p. 25-39.
GUTIÉRREZ, C. 1975. San Juan Parangarícutiro: memorias de un campesino. Con presentación de Eugenia Meyer e introducción de Mary Lee Nolan, Anales del INAH, Época 7ª, T V, 1974-1975, p. 85-120.
OIKION,S.V. 1992. La euforia volcánica. El impacto del Paricutín en la Sociedad michoacana, 1943-1944: (UNMSNH), Rev. trimestral-11H, No.6, p.5-19.



¡ALARMA¡ NACE UN VOLCÁN

Desde los primeros telegramas que fueron enviados por los indígenas y durante los primeros meses de actividad volcánica del Parícutin, la respuesta del gobierno municipal, estatal y federal se caracterizó por ser bastante lenta, improvisada e incapaz de entender a fondo lo que estaba ocurriendo y mucho menos logró entender el impacto cultural y económico que se avecinaba por la ocurrencia de un fenómeno de la índole del Volcán Parícutin .

Las solicitudes del 10, 19 y 20 de febrero hechas por Sr. Amezcua fueron atendidas hasta el día 22 de febrero; el secretario particular de Ávila Camacho se dirigió entonces al rector de la UNAM, el cual dirigió el “trámite” al director del Instituto Geológico el Ing. Teodoro Flores, quien envió a “verificar” el hecho a un geólogo y a un topógrafo. La comisión de la UNAM llegaría el 24 de febrero cuando el Volcán Parícutin ya contaba con más de 60 metros de altura, la erupción de bombas y lapilli había alcanzado más de 500 metros de al-tura y el primer derrame de lavas había concluido.

La contingencia al riesgo natural que comportaba el nacimiento de un volcán nunca pudo ser bien contro-lada por la Secretaría de Asistencia Pública por parte del ejecutivo o por el mismo gobierno estatal del Gene-ral Felix Ireta. De hecho, es repre-sentativo que solo después de 45 días de erupción del Parícutin hicie-ra presencia física una comisión in-tersecretarial del gobierno, para “ha-cer un estudio de esa zona y propo-ner el programa de atenciones a la misma”.

Del mismo modo y en forma por demás representativa del abandono institucional, la Cruz Roja Mexicana no llegó a atender directamente la población indígena afectada sino hasta los primeros días de mayo, es decir: ¡dos meses y medio después!

El gobierno estatal, entonces, no atinaba que movimientos hacer para colmar la necesidad real y la exigencia pública de “hacer algo” por lo que decidió entre otras raras e improvisadas iniciativas, el dar empleo a los damnificados a través de un progra-ma de construcción de la carretera Capácuaro-Los Reyes, argumentan-do la importancia de ocupar de in-mediato “los brazos puestos en obligada ociosidad”.

Después de la sorpresa y de la evidente falta de un programa contingente o de protección civil, la actitud y propuestas del gobierno estatal y federal continuaron actuando con una dinámica de improvisación y mostraron nuevamente su incapaci-dad para coordinarse con la sociedad, al momento de llevar a cabo el proceso de desalojo y reubicación de los poblados de Parícutin, Zirosto y San Juán de Parangaricutiro, los cuales habían sido literalmente sepultados por el material volcánico del Parícutin.

La organización de la reubicación de los damnificados se llevó a cabo prácticamente en forma intuitiva y espontánea. En efecto, este fenómeno comenzó con la misma gente menos arraigada y en particular con aquella que contaba con los recursos propios para realizar una migración.

Por el contrario, la gente más anciana o con menos recursos espero siempre hasta el final la acción del estado. Así, una vez definida la tierra de destino, se inició el éxodo con una escasa ayuda y presencia del gobierno estatal y del ejército. En consecuencia, los emigrantes prácticamente se instalaron en las nuevas tierras, tal cual si hubiera sido una apropiación abusiva de nuevas tierras. De hecho, así fue generalmente interpretado por los lugareños que recibían a los emigrantes. Consecuentemente, la aparición natural de una serie de evidentes problemas culturales y algunos de carácter legal se llevaron a cabo y desataron muchas veces la violencia entre la gente que llegaba y de quienes ya estaban ahí.

La frase de un indígena sintetiza la visión del éxodo de los pobladores dueños de la región del Volcán Parícutin :

 “nadie vino con el carácter del sinar-quismo a decir, hombre, ¿Qué tienen? ¿Qué les pasa? No, nadie nos llegó a visitar a condolerse de nosotros, nadie nos llegó a dar el pésame siquiera...

 

LA NARRACIÓN

Durante cuatro noches se fueron incrementando en número e intensidad los ruidos subterráneos y temblores locales entre el Cerro Jaratiro y El Cerro Prieto, al sur del Valle de Parícutin o de Quitzocho. Una fisura apareció en el suelo de las tierras cultivadas de Cuiyusuru. Esta fisura comenzó cerca de Piedra del Sol, extendiéndose al oeste hacia el Cerro de Canicjuata por poco más de 50 metros de largo, 5 centímetros de an-cho y una profundidad de medio metro.

Las evidencias recogidas a través de los testimonios sugieren que la fisura se abrió por la tarde el 20 de febrero a las 16:00. De acuerdo a Paula Pulido, inmediatamente después se dio lugar a la emanación de gases de olor a azufre y una pequeña columna eruptiva con una sucesiva acumulación de material de 30 centímetros de diámetro.

Poco después, la columna comenzó a expeler polvo y pequeñas rocas incandescentes o bombas volcánicas, para que la fisura y el cono volcánico fueran poco a poco ampliándose. Los fragmentos expelidos fue-ron colectados y clasificados como basaltos. Se considera que las primeras rocas colectadas probablemente pertenecieron a las paredes de la fisura.

Las erupciones más violentas comenzaron desde las 24:00 del mismo día y a partir del segundo día aparecieron los derrames de lava. La actividad continuó de manera paroxismal con explosiones de bombas, lapilli y depósitos piroclásticos.

La actividad del Parícutin se mantuvo de la misma manera hasta 1948 con diferencias de mayor o menor intensidad, con la aparición o reactivación de diferentes conductos volcánicos que dieron finalmente forma a la distribución actual.

 

LAS CONSECUENCIAS

Los flujos de lava cubrieron 18 y medio km2, con un volumen de más de 1 km3. Su altitud, en realidad nunca fue medida directamente y solo fue estimada a partir de diferentes mediciones altimétricas desde Uruapan. Sin embargo, hoy se sabe que su cono (2808.6 m.s.n.m.) alcanzó 424 metros de desnivel con relación al Valle de Quitzocho-Cuiyusuru.

En enero de 1949 se extinguió aparentemente el último conducto volcánico y después de tres años de aparente quietud, la actividad reapareció con una erupción intensa que se extendió hasta marzo de 1952, cuando cesó su actividad repentinamente.

Los flujos de ceniza oscurecieron por años el paisaje de la Meseta Purhèpecha y viajaron a través de la atmósfera hasta la Ciudad de México. Los depósitos piroclásticos de diferentes dimensiones cubrieron un área alrededor del cono de 300 km2,

dejando un paisaje devastado y prácticamente un terreno sin cobertura de vegetación.

Durante el proceso de erupción, se produjo que en menos de diez días la fauna silvestre prácticamente des-apareciera. Del mismo modo murieron en pocos días 4500 cabezas de ganado y 550 caballos.

Las poblaciones de Parícutin, San Juán Parangaricutiro, Zirosto, Zacán y  Angahuan se vieron directamente afectadas; de manera que se produjo el éxodo de más de 2500 personas incluyendo las poblaciones completas de Parícutin y San Juan Paran-garicutiro y parcialmente la pobla-ción de Zirosto.

A pesar de que no se registraron muertos por la catástrofe, si existieron muertos por problemas de salud indirectos (infartos y vías respiratorias) y muchos otros por problemas de reubicación y litigios causados por la pérdida e imprecisión de límites de propiedad.

 

CRONOLOGÍA E IMPACTO DEL PARÍCUTIN

1. El periodo Quitzocho (20 de febrero-18 de octubre de 1943)

Según testimonios la primera efusión se llevó a cabo a partir de una fisura de 30 metros, la cual inició con una emisión de vapor que quemó la vegetación hasta 30 metros alrededor de la fisura. Posteriormente se levantó una columna de al menos 1 kilómetro de altura. Al mismo tiempo las efusiones de material incandescente bajo formas de espesas nubes de ceniza y bombas alcanzaron hasta 500 metros de altura; lo cual originó, en un mes, la virtual desaparición de los diferentes mamíferos silvestres y la calcinación gradual de la vegetación incluyendo los pinos y encinos.

El primer derrame de lava apareció a las 22:00 del mismo día 20 de febrero y por la inclinación natural del te-rreno, desde el segundo día tomaron una orientación que se dirigía hacia el norte con una velocidad aproximadamente de 2 a 3 metros por hora.

El período eruptivo del Quitzocho fue propuesto por Foshag y Gonzá-lez-Reyna op cit y se considera un período de actividad del Parícutin que inició desde el 21 de febrero con el primer derrame de lava y concluyó el 18 de octubre del mismo año con el inicio de los derrames del Sapichu. La actividad en esta fase fue concen-trada alrededor de las grietas centra-les que se formaron en el Valle de Cuiyusuru.

Lo más relevante de este periodo fue la construcción de un cono pre-maturo seguido de recurrentes flujos de lava y la erupción intermitente de bombas y lapilli. Durante este período el cono alcanzaría poco más de 300 metros de altura, lo cual representa aproximadamente el 75% de la altura total que logró alcanzar en forma definitiva el volcán. De hecho, el crecimiento vertical del Parícutin fue muy rápido y exponencial y desde el punto de vista geológico puede conside-rarse repentino. En 24 horas alcanzó 30 metros; en 72 horas 60 metros; en 6 días 120 metros; en un mes 148 metros y en 4 meses 200 metros.

En el mes de julio, cuando se registró una de las actividades más violentas, la columna constituida de cenizas y vapor de agua logró alcanzar hasta 6 kilómetros de altura. En forma contemporánea con la aparición de esta violenta actividad se llevó a cabo el desalojo de la población de San Salvador Combutsio o Parícutin de 733 habitantes. El desalojo fue violento, obligado y sin ningún miramiento ante la inminente llegada de los derrames de lava al pueblo que viajaban a 25 metrios por hora en cada erupción. En julio de 1943, había quedado cubierto casi por completo. La entera población de esta comunidad fue desalojada y llevada a unos terrenos al sur de Uruapan, los cuales fueron comprados por el gobierno de Michoacán. El nuevo poblado sería nombrado por los nuevos colonos como Caltzontzin.

 

2. El Periodo Sapichu (18 de octubre a 8 de enero de 1944)

A pesar de su corto tiempo en este periodo se llevó a cabo una de las principales actividades del volcán caracterizada por la abundancia y extrusión de derrames de lava del volcán emplazada hacia el norte. Es-te período se define además por la aparición simultanea de una serie de conductos volcánicos de menor dimensión (Mesa del Corral, Sapichu y Ahuan) que se relacionan sin lugar a dudas a un sistema lineal este-noreste. El nombre de este período fue asignado a partir de la importancia del conducto secundario del mismo nombre que logró construir un cono parásito al norte del cono principal.

Los derrames generalmente tuvieron una duración de algunos días; se mostraron en forma de flujos de canal que se emplazaban en posición yuxtapuesta uno sobre otro. Se estima que el área que cubrieron los flujos de lava de este período fue de aproximadamente 3.5 km2.

Las explosiones piroclásticas por su parte, fueron muy localizadas y mas o menos violentas. Las columnas de vapor hacían imaginar los conductos de un campo geotérmico. Sin embargo, otra de las características de este período fue la aparición de numerosos bloques de dioritas y de xenolitos graníticos, que mostrarían las características del basamento litológico que subyacía al Parícutin. El conjunto de las explosiones de material piroclástico lograron que el cono alcanzara aproximadamente 350 metros.

A través de la continuidad de la actividad volcánica sumada con el viento como medio de transporte, para enero y febrero de 1944, el impacto que causó en la región se extendería a otras zonas mas alejadas que se consideraron también afectadas: Zacán y Zirosto, así como las zonas limoneras de Apatzingán, los ingenios azucareros de Los Reyes y Peribán y algunas zonas aguacateras de Uruapan.

En relación a la acción social y respuesta oficial, después de un año, se impondría una incompetencia del gobierno para soportar una situación extenuante y con necesidad de asistencia y recursos que nunca fueron suficientes.Los lugareños y testigos del fenómenos continuarían sujetos a un espontáneo desalojo y éxodo gradual, el cual se llevaba a cabo en realidad, en la medida de las posibilidades de cada familia.

Dada la situación y las condiciones del País, en 1944 el gobierno promovió particularmente en esta región el Braceros Program, considerando que en este caso le “resolvía” los problemas de ocupación y económicos a estas comunidades en desgracia.

 

3. El Periodo Taquí (8 de enero de 1944 - 12 de enero de 1945)

Se refiere a la actividad relacionada con una serie de grietas formadas al sur y al este del cono principal, conocidas por los geólogos de la época como conductos volcánicos Taquí y Ahuan. Estos conductos se encontraban muy cerca de los conductos Pastoriu y mesa del Corral, en línea y exactamente opuestos a los conductos activos durante el pe-ríodo Sapichu.

Este período se distingue además por haber registrado una importante reactivación del cono principal, la cual produjo los derrames que alcanzaron su máxima distancia al oeste y noroeste.

Los flujos alcanzaron grandes distancias al norte y en particular el flujo Taquí alcanzó hasta 60 metros de espesor y 10 kilómetros de distancia a partir de su centro de efusión, cubriendo un área de más de 17 km2 y con ello la mayor parte de los ojos de agua y terrenos de cultivo del Llano el Quitzocho.

Durante este período, la actividad de explosiones piroclásticas fue esporádica y con una violencia y dimensiones de sus columnas de vapor muy similares a las del Período Quitzocho. Este tipo de actividad, aparentemente menos violenta daba esperanzas de ver debilitada la actividad del volcán. Sin embargo, aunque menos violenta, pero la actividad constante, el cono aumentó solo pocos centímetros, ya que para fines de 1944 alcanzó una altura de 2740 metros de altura que represen-taba un desnivel de 355 metros en relación a la altura inicial del Valle Cuiyusuru.

Después de la actividad de julio y agosto, se presentó un período de virtual quietud, lo cual permitió subir por primera vez, para ver en forma directa la actividad del cono principal.

Sin lugar a dudas, la importancia de este período, en realidad puede atribuirse a su impacto social, ya que a partir del avance de los flujos de lava Ahuan y/o San Juán en menos de seis meses alcanzarían su máxima distancia horizontal, que cubriría históricamente los restos del desalojo del poblado de San Juán Parangaricutiro.

El acercamiento y arribo de los derrames a esta comunidad se llevó a cabo después de que a principios de abril cesó momentáneamente el avance de las lavas, para reactivarse el 24 de abril y llegar a 600 metros del poblado. Días después, con un de recorrido 4.5 kilómetros desde el centro del cono principal alcanzaría el cementerio y finalmente el 17 de junio llegaría el primer derrame a las calles del pueblo, para posteriormente cubrir en forma agónica todo el poblado que ya había sido evacuado semanas atrás.

En realidad, la fecha del éxodo de San Juan, había superado las expectativas establecidas por la población para marzo, ya que la gente resistió dos meses mas de la promesa que habían hecho de desalojar el pueblo en cuanto llegaran los derrames a su cementerio.

Sin duda alguna, el hecho que impactó a todo México fue la forma en que finalmente la comunidad de San Juan se decidió a salir, pues muchos de ellos estaban dispuestos a esperar con “esperanza” religiosa la llegada de los derrames.

En efecto, solo un discurso religioso realizado por el obispo el 7 de mayo donde el padre daría “gracias” por evitar pérdidas humanas, el 9 de mayo inició la salida en peregrinación a Angahuan, Uruapan y finalmente el 12 de mayo llegarían al  Aguanitzàaru o Valle de Los Conejos, para fundar lo que sería el poblado de san Juan Nuevo.

En ese mismo año, en octubre, la población de Zirosto y de otras comunidades que no encontraban solución en un desalojo obligado, fueron estimulados y orientados para emigrar al poblado de Tzintongo, al sur de Ario de Rosales. Sin embargo, su llegada se llevó a cabo sin ninguna coordinación por parte de las autoridades, de manera que fue vista como una literal “apropiación” de tierras. La recién creada población de Miguel Silva alcanzó a tener mas de 1000 emigrados, lo cual generó conflictos violentos y la muerte de algunos lideres de Zirosto.

 

4. Periodo Final y Reactivación (enero 1945 a febrero de 1952)

A partir de enero de 1945 la actividad del volcán continuó con una actividad que intercalaba largos períodos de quietud, de manera que las erupciones irregulares prácticamente se verificaba cada mes. Los períodos de erupción iniciaban siempre con una primera exhalación de material piroclástico y sucesivamente de pequeños flujos de lava. De hecho, a partir de noviembre de 1945 y enero de 1946 se presentaron períodos de total quietud que duraron hasta tres semanas.

Posteriormente durante 1948 y 1949 las explosiones se distanciaron hasta de tres meses entre cada una de ellas y nunca fueron realmente intensas, excepto la erupción que se llevó a cabo entre los meses de agosto y octubre, cuando se verificó una intensa actividad que no se volvería a repetir.

En agosto de 1946 la altura fue medida por Ken Sergestrom  y era de 2750.9 metros, por lo que prácticamente ya había alcanzado su altura máxima. De hecho, su aspecto era muy semejante a como lo podemos observar en la actualidad salvo que en tres ocasiones durante los años de 1946 y 1948 se verificaron importantes deslizamientos de masas que modificaron parcialmente la forma de sus flancos.

El decremento de la actividad originó también que iniciara el retiro de los geólogos del USGS y posterior-mente del Instituto Geológico de la UNAM en julio 31 de 1948, para dejar al Sr. Celedonio Gutiérrez como único observador oficial de la actividad del volcán.

Después de tres años de una virtual calma se llevó a cabo una  reactivación en enero de 1952. Sin embargo, a pesar que la primera erupción fue bastante violenta pues su columna de vapor y de ceniza volcánica alcanzó a formar una columna de hasta 3 kilómetros de altura, en realidad el despertar tardío del Parícutin no produjo cambios importantes.

En suma, la reactivación del Parícutin no fue otra cosa que la continuación repentina de la etapa senil del volcán para servir como preludio y arrestar su actividad en forma definitiva un mes después (marzo 4 de 1952). Después de esta fecha solo quedaron como vestigio de su activi-dad diversas fumarolas en un apara-to que alcanzó 424 metros de desnivel con relación de la grieta original y una  altura de 2808.6 m.s.n.m.

Para la población, el éxodo de las comunidades continuaría cuando el resto de la comunidad de Zirosto tomara la decisión de desplazarse a 2 kilómetros del frente occidental de los derrames del Parícutin y en 1953 fundara en forma definitiva el poblado de Nuevo Zirosto. Los problemas añejos entre las comunidades de Caltzontzin (Parícutin) y de San Juan Nuevo (antes San Juan Parangaricutiro) se recrudecerían por el reclamo de tierras que aparentemente no habían sido afectadas o que podían recuperarse.

Dionisio Pulido campesino que dio uno de los principales testimonios a la vulcanología del mundo, murió en 1949. A propósito de este hecho, José Revueltas mencionaría, “fue el único ser humano dueño de un volcán y dueño de nada”. En 1950 murió Ezequiel Ordóñez, de manera que ninguno de los dos principales testigos viviría para ver su senil reactivación.




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Última actualización 3/septiembre/2020


 
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